Y EL BARBAS SE SALIÓ CON LA SUYA
¡Pero miá que eres jodío, Pedro, miá que eres jodío!
Como tu admirado Sócrates (dale muchos recuerdos), te has ido de este mundo sensible amonestando a los histéricos de tu familia y amigos que, egoístamente, no no resignábamos a perderte.
Como tu querido Sócrates, dabas clase a tus amados alumnos debajo de unos árboles que guardarán eternamente tu recuerdo.
Tú, la sencillez personificada, el colmo de la discreción y la antítesis del protagonismo, como los héroes homéricos (incluso antes que ellos, pues no has tenido que esperar a cruzar la Estigia en la barca de Caronte), has acabado convertido en mito, el mito del nogal de Pedro. La razón se hizo mito y habitó entre nosotros.
Tú, que eres más del campo que Ceres, Dioniso y san Isidro juntos, has acabado con tu cuerpo en mitad del campo, lejos del clangor técnico y humano, y con tu espíritu viviendo en los árboles del instituto y en todos los árboles con los que has compartido tu aura y tu hálito, por los siglos de los siglos y no digo amén porque vas a poner la misma cara que cuando te felicité el día de tu santo.
Haciendo como si te diera igual, elegiste el rito de la incineración, emulando a los héroes, como nuestros antepasados iberos. Y dejaste caer a Mamen que no te importaría que tu urna y tus cenizas acabasen en el cementerio de Golosalvo, sabiendo, como sabías, que este cementerio está justo encima de una necrópolis ibérica. Descansas ahora a metros, o incluso centímetros, de las urnas iberas de nuestros antepasados.
En conclusión, siguiendo el método socrático, has ido conduciendo nuestros pasos para pasar el resto de tus días en una necrópolis ibérica entre urnas de influencia griega, para seguir siendo lo que eres, un ibero helenizado o, lo que es los mismo, un filósofo manchego. ¡Qué habilidad dialéctica! ¡Qué poderío mental! ¡Cráneo privilegiado! Al final te has salío con la tuya, Barbas.
¡Pero miá que eres jodío, Pedro, miá que eres jodío!
Alfredo Alcahut Utiel
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