martes, 15 de mayo de 2012

Filosofía después de San Isidro ¿por qué?... Marx


Marx denunció la sociedad capitalista en que vivía porque impedía la plena realización de la esencia humana. El hombre no nace, sino que se hace por medio de su trabajo. Por trabajo, Marx entiende la actividad consciente orientada hacia un fin, la producción de útiles que satisfagan las necesidades humanas, lo cual se lleva a cabo mediante un proceso de intercambio de materias entre la naturaleza y el hombre.
Pero para que el hombre pueda realizar su esencia mediante la praxis o producción, necesita que tanto los medios necesarios para producir, como el fruto de su trabajo, sean de su dominio, que sean del hombre y para el hombre. Esto no ocurre en la sociedad capitalista que se caracteriza por la existencia de dos clases fundamentales antagónicas: la burguesía y el proletariado. La clase burguesa es la que detenta el poder económico, la que posee los medios necesarios para poner en marcha el proceso productivo (el capital o dinero necesario para invertir). Pero este proceso no está destinado a satisfacer las necesidades del hombre en general. Su objetivo es otro muy distinto: obtener un beneficio o una plusvalía. Pongamos un ejemplo para entenderlo mejor. Supongamos que un determinado capitalista tiene dinero que quiere hacer crecer. Para ello, compra materiales (cuero, tintes), maquinaria específica y fuerza de trabajo humana, es decir, gasta también su dinero en salarios. Luego, pone todo esto en funcionamiento mediante un proceso productivo y obtiene una mercancía, zapatos que ha de vender en el “mercado” para recuperar el capital invertido y obtener una ganancia adicional. El proceso seguido puede representarse mediante el siguiente esquema: D-M-D´ (conversión del dinero en mercancías y reconversión de las mercancías en dinero). Tanto el principio como el objetivo último de todo el proceso es el dinero. Al otro lado del proceso está el proletariado, poseedor sólo de su “fuerza de trabajo” o capacidad para trabajar. Y como no tiene a su alcance ningún otro medio de producción se ve obligado a vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario. Su trabajo, así como el producto del mismo, pertenecen por entero al capitalista. El obrero se aliena como hombre ya que no le pertenecen ni los medios ni el producto de su trabajo.
Pero además, en tanto que el trabajo no está orientado a la producción de útiles (valores de uso), no es el obrero el que utiliza los medios de producción sino que son los medios de producción los que utilizan al obrero, que aparecen ahora como succionadores de la mayor cantidad posible del trabajo humano. El dominio del capital sobre el obrero, no es sólo la explotación del hombre por el hombre, sino el dominio de la cosa sobre el hombre. Los hombres son explotados por las mercancías. En el modo de producción capitalista el trabajador está alienado porque se ha roto la unidad natural en la que el trabajador subordina el instrumento a sus propios fines.
Por otro lado, conforme evoluciona el modo de producción capitalista se produce otro proceso más de alienación: el sometimiento del hombre a la estructura de la máquina. Veamos qué se quiere decir con esto. Al principio, en los inicios de la revolución industrial inglesa, el capital subsume los medios de producción en su proceso tal y como los encuentra históricamente, como resultado de un proceso técnico anterior precapitalista (por ejemplo, se limita a agrupar tejedores en locales amplios). Pero una vez insertos en el sistema, los medios de producción experimentan sucesivas transformaciones, la última de las cuales es la máquina o un sistema automático de máquinas. La introducción de la maquinaria impone al trabajador unas cualificaciones que no provienen de su subjetividad sino de la estructura misma de la máquina. Lo que plantea Marx es que en todas las tecnologías anteriores al capitalismo el instrumento era el término medio entre el trabajador y la naturaleza. Pero con las máquinas esta relación está trastocada: el sistema de máquinas es el punto de partida y el trabajador se convierte en un apéndice de la máquina, en un instrumento del instrumento. Marx denuncia que el capitalismo lo que ha hecho es desarrollar la ciencia fundamentalmente como técnica que permita el desarrollo y mantenimiento del propio sistema, no como conocimiento puesto al servicio de las necesidades humanas en general.
Además, el capitalismo hace que los vínculos humanos se comercialicen. En el sistema capitalista las relaciones humanas son esencialmente mercantiles. El obrero es una mercancía más en el mercado (laboral), sometido a las mismas reglas que regulan la compra/venta de cualquier otra mercancía (competencia, oferta-demanda, etc). El valor de cada hombre se mide por su valor de cambio, es decir, por su capacidad para ser intercambiado por otras mercancías.
Para vencer la alienación económica, el proletariado organizado debe hacer la revolución para instaurar una sociedad nueva, la sociedad comunista, que, al abolir la propiedad privada y las clases sociales, permita al hombre realizarse en su autenticidad. La sociedad comunista será una sociedad libre en la que la producción sea una decisión de todos los hombres y esté en función de sus necesidades, no tan sólo del beneficio de unos pocos.

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