La ENVIDIA,
con la siguiente historia, muy conocida:
Según la Biblia, Adán y Eva concibieron a Caín después de ser desterrados del Paraíso por Dios debido a que habían desobedecido su orden de no comer del Árbol de la Ciencia del Bien y el Mal.
Después de Caín, concibieron a otro
varón, su hermano Abel. Caín se dedicó a
la agricultura, mientras que su hermano menor
al pastoreo.
Según el relato bíblico estos hermanos
presentaron sus sacrificios a Yahvé en sus
respectivos altares; al verlos, Dios prefirió el sacrificio de Abel (de los
primogénitos de sus ovejas) que el de Caín (del fruto de la tierra), quien
enloqueció de celos y mató a su hermano, yéndose, después de esto, a
sus cultivos. Al ser interrogado por Yahvé acerca del paradero de su hermano,
Caín responde «¿Acaso soy yo el custodio
de mi hermano?». Sabiendo Yahvé lo que había ocurrido, castigó a Caín
condenándolo a vagar por la tierra, pero le colocó una marca particular en la
frente para preservar su vida ante los habitantes de la tierra. En su
peregrinaje Caín llegó a la tierra de Nod
donde edificó la primera ciudad a la cual llamó Enoc, por el nombre de su hijo.
y como muy bien señala es representada habitualmente como una mujer (- y podría preguntarme yo, y seguramente ella misma, que por qué (pero de momento no lo vamos a hacer. Pero solo de momento, ¿eh? ¿entendido, verdad?) -con fuego y serpientes....
Aquí podemos ver una de esas representaciones; una escultura de Giusto LE COURT, artista flamenco del siglo XVII
Pero, además nos manda esta otra historia:
EL TEMIDO ENEMIGO, Jorge BUCAY
Había una vez, en un reino muy lejano y perdido, un
rey al que le gustaba mucho sentirse poderoso. Su deseo de poder no se
satisfacía sólo con tenerlo, él necesitaba, además, que todos lo admiraran por
ser poderoso. Así como a la madrastra de Blanca Nieves no le alcanzaba con verse
bella, también él necesitaba mirarse en un espejo que le dijera lo poderoso que
era. Él no tenía espejos mágicos, pero contaba con un montón de cortesanos y
sirvientes a su alrededor a quienes preguntarle si él era el más poderoso del
reino. Invariablemente todos le decían lo mismo:
- Alteza, eres muy poderoso, pero tú sabes que el mago
tiene un poder que nadie posee: Él conoce el futuro.
El rey estaba muy celoso del mago pues aquel no sólo
tenía fama de ser un hombre muy bueno y generoso, sino que además, el pueblo
entero lo amaba, lo admiraba y festejaba que él existiera y viviera allí.
No decían lo mismo del rey. Quizás porque necesitaba
demostrar que era él quien mandaba y el rey no era justo, ni ecuánime y mucho
menos bondadoso.
Un día, cansado de que la gente le contara lo poderoso
y querido que era el mago, o motivado por esa mezcla de celos y temores que
genera la envidia, el rey urdió un plan: Organizaría una gran fiesta a la cual
invitaría al mago. Después de la cena, pediría la atención de todos. Llamaría
al mago al centro del salón y delante de los cortesanos, le preguntaría al mago
si era cierto que sabía leer el futuro. El invitado tendría dos posibilidades:
decir que no, defraudando así la admiración de los demás, o decir que sí, confirmando
el motivo de su fama. El rey estaba seguro de que escogería la segunda
posibilidad. Entonces, le pediría que le dijera la fecha en la que el mago del
reino iba a morir. Éste daría una respuesta un día cualquiera, no importaba
cuál. En ese mismo momento, planeaba el rey, sacar su espada y matarlo.
Conseguiría con esto dos cosas de un solo golpe: la primera, deshacerse de su
enemigo para siempre; la segunda, demostrar que el mago no había podido
adelantarse al futuro, ya que se había equivocado en su predicción. Se
acabarían, en una sola noche, el mago y el mito de sus poderes...
Los preparativos se iniciaron enseguida, y muy pronto
llegó el día del festejo.... ...Después de la gran cena, el rey hizo pasar al
mago al centro y le preguntó:
- ¿Es cierto que puedes leer el futuro?
- Un poco - dijo el mago.
- ¿Y puedes leer tu propio futuro? - preguntó el rey
- Un poco - dijo el mago.
- Entonces quiero que me des una prueba - dijo el rey
¿Qué día morirás? ¿Cuál es la fecha de tu muerte?
EI mago se sonrió, lo miró a los ojos y no contestó.
- ¿Qué pasa mago? - dijo el rey sonriente -¿No lo
sabes?... no es cierto que puedes ver el futuro?
- No es eso - dijo el mago - pero lo que sé, no me
animo a decírtelo.
-¿Cómo que no te animas? - dijo el rey ...Yo soy tu
soberano y te ordeno que me lo digas. Debes darte cuenta de que es muy
importante para el reino saber cuando perderemos a sus personajes más
eminentes... Contéstame pues, ¿cuándo morirá el mago del reino?
Luego de un tenso silencio, el mago lo miró y dijo:
-No puedo precisarte la fecha, pero sé que el mago
morirá exactamente un día antes que el rey.
Durante unos instantes, el tiempo se congeló. Un
murmullo corrió por entre los invitados.
El rey siempre había dicho que no creía en los magos
ni en adivinaciones, pero lo cierto es que no se animó a matar al mago. Lo
perdonó, sí por conveniencia, pero le perdonó la vida. Lentamente el soberano
bajó los brazos y se quedó en silencio... Los pensamientos se agolpaban en su
cabeza.
Se dio cuenta de que se había equivocado.
Su odio había sido el peor consejero
-Alteza, te has puesto pálido. ¿Qué te sucede? -
preguntó el invitado.
-Me estoy sintiendo mal - contestó el monarca - voy a
ir a mi cuarto, te agradezco que hayas venido. Y con un gesto confuso giró en
silencio encaminándose a sus habitaciones...
El mago era astuto, había dado la única respuesta que
evitaría su muerte ¿Habría leído su mente? La predicción no podía ser cierta.
Pero... ¿Y si lo fuera?... Estaba aturdido... Se le ocurrió que sería trágico
que le pasara algo al mago camino a su casa
El rey volvió sobre sus pasos, y dijo en voz alta :
-Mago, eres famoso en el reino por tu sabiduría, te
ruego que pases esta noche en el palacio pues debo consultarte por la mañana
sobre algunas decisiones reales.
-¡Majestad! Será un gran honor, dijo el invitado con
una reverencia.
El rey dio órdenes a sus guardias personales para que
acompañaran al mago hasta las habitaciones de huéspedes en el palacio y
custodiasen su puerta asegurándose de que nada le pasara...
Esa noche el soberano no pudo conciliar el sueño.
Estuvo muy inquieto pensando qué pasaría si al mago le hubiera caído mal la
comida, o si se hubiera hecho daño accidentalmente durante la noche, o si,
simplemente, le hubiera llegado su hora.
Bien temprano en la mañana el rey golpeó en las
habitaciones de su invitado.
Él nunca en su vida había pensado en consultar ninguna
de sus decisiones, pero esta vez, en cuánto el mago lo recibió, hizo la
pregunta...necesitaba una excusa.
Y el mago, que era un sabio, le dio una respuesta
correcta, creativa y justa.
El rey, casi sin escuchar la respuesta, alabó a su
huésped por su inteligencia y le pidió que se quedara un día más supuestamente,
para "consultarle" otro asunto... (obviamente, el rey sólo quería
asegurarse de que nada le pasara). El mago - que gozaba de la libertad que sólo
conquistan los iluminados - aceptó.
Desde entonces todos los días, por la mañana o por la
tarde, el rey iba hasta las habitaciones del mago para consultarlo y lo
comprometía para una nueva consulta al día siguiente.
No pasó mucho tiempo antes de que el rey se diera
cuenta de que los consejos de su nuevo asesor eran siempre acertados y
terminara, casi sin notarlo, teniéndolos en cuenta en cada una de sus
decisiones.
Pasaron los meses y luego los años.
Y como siempre... estar cerca del que sabe vuelve al
que no sabe, más sabio.
Así fue: el rey poco a poco se fue volviendo más y más
justo. Ya no era despótico ni autoritario. Dejó de necesitar sentirse poderoso,
y seguramente por ello dejó de necesitar demostrar su poder.
Empezó a aprender que la humildad también podía tener
sus ventajas. Empezó a reinar de una manera más sabia y bondadosa. Y sucedió
que su pueblo empezó a quererlo, como nunca lo había querido antes.
El rey ya no iba a ver al mago investigando por su
salud, iba realmente para aprender, para compartir una decisión o simplemente
para charlar.
El rey y el mago habían llegado a ser excelentes
amigos.
Hasta que un día, a más de cuatro años de aquella
cena, sin motivo, el rey recordó. Recordó que este hombre, a quien consideraba
ahora su mejor amigo, había sido su más odiado enemigo. Recordó aquel plan que
alguna vez urdió para matarlo. Y se dio cuenta de que no podía seguir
manteniendo este secreto sin sentirse un hipócrita.
El rey tomó coraje y fue hasta la habitación del mago.
Golpeó la puerta y apenas entró, le dijo:
-Hermano mío, tengo algo para contarte que me oprime
el pecho.
-Dime - dijo el mago - y alivia tu corazón
-Aquella noche, cuando te invité a cenar y te pregunté
sobre tu muerte, yo no quería en realidad saber sobre tu futuro, planeaba
matarte frente a cualquier cosa que me dijeras, quería que tu muerte inesperada
desmistificara tu fama de adivino. Te odiaba porque todos te amaban.... Estoy
tan avergonzado...
El rey suspiró profundamente y siguió:
-Aquella noche no me animé a matarte y ahora que somos
amigos, y más que amigo, hermanos, me aterra pensar todo lo que hubiera perdido
si lo hubiera hecho. Hoy he sentido que no puedo seguir ocultándote mi infamia.
Necesité decirte todo esto para que tú me perdones o me desprecies, pero sin
ocultamientos.
El mago lo miró y le dijo:
-Has tardado mucho tiempo en poder decírmelo, pero de
todas maneras, me alegra que lo hayas hecho, porque esto es lo único que me
permitirá decirte que ya lo sabía. Cuando me hiciste la pregunta y acariciaste
con la mano el puño de tu espada, fue tan clara tu intención, que no hacía
falta ser adivino para darse cuenta de lo que pensabas hacer.
El mago sonrió y puso su mano en el hombro del rey
- Como justa devolución a tu sinceridad, debo decirte
que yo también te mentí... Te confieso que inventé esa absurda historia de mi
muerte antes de la tuya para darte una lección. Una lección que recién hoy
estás en condiciones de aprender, quizás la más importante cosa que yo te haya
enseñado: Vamos por el mundo odiando y rechazando aspectos de los otros y hasta
de nosotros mismos que creemos despreciables, amenazantes o inútiles... y sin
embargo, si nos damos tiempo, terminamos dándonos cuenta de lo mucho que nos
costaría vivir sin aquellas cosas que en un momento rechazamos. Tu muerte,
querido amigo, llegará justo, justo el día de tu muerte, y ni un minuto antes.
Es importante que sepas que yo estoy viejo, y mi día seguramente se acerca. No
hay ninguna razón para pensar que tu partida deba estar atada a la mía. Son
nuestras vidas las que se han ligado, no nuestras muertes.
El rey y el mago se abrazaron y festejaron brindando
por la confianza que cada uno sentía en esta relación que habían sabido
construir juntos.
Cuenta la leyenda... que misteriosamente, esa misma
noche... el mago... murió durante el sueño.
El rey se enteró de la mala noticia a la mañana
siguiente y se sintió desolado. No estaba angustiado por la idea de su propia
muerte, había aprendido del mago a desapegarse hasta de su permanencia en este
mundo. Estaba triste por la muerte de su amigo.
Qué coincidencia extraña había hecho que el rey le
pudiera contar esto al mago justo la noche anterior a su muerte? Tal vez de
alguna manera desconocida el mago había hecho que él pudiera decirle esto para
poder quitarle su fantasía de morirse un día después. Un último acto de amor
para librarlo de sus temores de otros tiempos... Cuentan que el rey se levantó
y que con sus propias manos cavó en el jardín, bajo su ventana, una tumba para
su amigo, el mago. Enterró allí su cuerpo y el resto del día se quedó al lado
del montículo de tierra, llorando como sólo se llora ante la pérdida de los
seres más queridos.
Y recién entrada la noche, el rey volvió a su
habitación.
Cuenta la leyenda... que esa misma noche...
veinticuatro horas después de la muerte del mago, el rey murió en su lecho
mientras dormía... quizás de casualidad... quizás de dolor... quizás para
confirmar la última enseñanza de su maestro.
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