jueves, 17 de noviembre de 2011

Más sobre Sócrates...

El oráculo de Delfos sentencia a Sócrates como el más sabio


El oráculo de Delfos, lugar sagrado donde acudían los griegos para preguntar a los dioses las cuestiones que más les inquietaban, desveló que el filósofo Sócrates era el personaje más sabio del mundo.


Las personas que acuden a adivinos y pitonisas para saber qué sorpresas les esperan en el futuro, si hubieran nacido en el siglo V antes de Cristo y hubieran vivido en Grecia, habrían ido, sin duda, al oráculo de Delfos. Porque en este lugar es donde iba todo el mundo a descubrir qué le deparaba la fortuna.


Dentro del templo, una sacerdotisa llamada Pitia (de donde se deriva la palabra pitonisa) intercedía entre el consultante y el dios Apolo. ¿Qué solían prepuntar? Pues un poco de todo: asuntos políticos, religiosos, morales...


¿Y qué tiene que ver Sócrates con el oráculo de Delfos? Pues mucho, porque el filósofo partió de una inscripción que podía leerse en este oráculo (la popular conócete a ti mismo) para desarrollar toda su teoría filosófica.


La verdad es que todo lo que sabemos de esta importante figura del pensamiento occidental es a través de los escritos de otros, porque él no dejó ni una sóla línea escrita. Se cuenta que uno de sus amigos, Querofonte, consultó al oráculo de Delfos si había en el mundo alguien más sabio que Sócrates y el oráculo le contestó que no. Al filósofo le extrañó muchísimo porque él pensaba que no sabía nada (recordad que una de sus máximas más famosas es sólo sé que no sé nada). El maestro, entonces, se dedicó a hablar con personas de la ciudad de Atenas que se suponía que sabían mucho, como políticos y poetas.


Después de dialogar con ellos, se convenció de que no sabían lo que creían saber, es decir, que ignoraban su propia ignorancia, mientras que él ya sabía que no sabía, y al ser consciente de su tremenda ignorancia era más sabio que ellos.


Sócrates creía que era todo un reformador moral. Sólo le preocupaba una cosa: averiguar cómo debía comportarse el ser humano. Pensaba que conocer el bien era lo mismo que hacerlo, porque nadie hace el mal a sabiendas. Insiste: si alguien hace mal es porque no sabe que hace algo malo, por lo que no debe ser castigado. Obrar de mala manera es sólo el fruto de la ignorancia. A modo de ejemplo: un buen zapatero nunca haría un par de zapatos malos. Lo mismo los humanos: si conocemos el bien, lo hacemos. Él decía que “el saber es virtud”.


Lo que hacía Sócrates era interrogar a las personas para enseñarles. Lo conseguía utilizando el arte de la mayéutica, que no es más que un hábil interrogatorio para que cada uno descubra la verdad.


Acusado de corromper a la juventud, purgó la pena con cicuta


El filósofo Sócrates nació en el año 470 a. C. en Atenas. Su padre fue un escultor llamado Sofronisco y su madre era comadrona. Fue poco agraciado y de corta estatura. Ya desde chaval demostró tener una fuerte personalidad, que con el tiempo le convertiría en un gran líder de opinión.


Le encantaba pasar el día en los mercados y las plazas públicas de Atenas, discutiendo y respondiendo a las preguntas que los ciudadanos le hacían.


Su vida coincidió con la Guerra del Peloponeso (431-403 a. C.), que enfrentó a Atenas y Esparta, y tuvo que luchar en ella como soldado de infantería. Al parecer fue muy valiente.


El caso es que, en el año 399 a. C., a Sócrates le acusaron de una serie de delitos: de no respetar a los dioses de la ciudad, de introducir nuevas divinidades y de corromper a la juventud, por lo que le “invitaron a suicidarse”.


No quiso pedir disculpas porque pensó que no había obrado mal y se bebió la cicuta, que acabó con él y con su sabiduría.

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