sábado, 26 de noviembre de 2011

Bueno, pues tarde o temprano tenía que llegar el día. Aquí estamos, qué se le va a hacer... y encima, para ser aguafiestas, traigo algo que, quien sabe si por voluntad u obligación (aunque a mí me huele más a lo segundo) me toca poner por aquí. Asique ale! Quien esté dispuesto a tragarse 1316 palabras (recuento realizado con contador de palabras Word) que se las trague, quizás le vengan bien. Agur!

LA DEMOCRACIA PARA PLATÓN:

Para Platón, la democracia es el reino de los sofistas, que en lugar de llevar al pueblo por el camino que conduce hacia el conocimiento, en el último extremo, hacia el bien, se limitan a estudiar su ignorante comportamiento y a excitar sus pasiones, sus apetitos y bajos deseos. Además, el relativismo, para Platón, es algo que nunca debería tener relación con la política. Puesto que solo cree en la existencia de una verdad, de una Idea que engloba a todas las demás, no admite que el subjetivismo forme parte de un sistema de gobierno, mucho menos cuando este sirve de vehículo para la persuasión típica de los sofistas, quienes se solían aprovechar de la ignorancia de los demás mediante su don de la palabra.


Además Platón no creía en la igualdad, pues efectivamente unos nacían más fuertes que otros, con más capacidad para asimilar conocimientos… Pensaba que la libertad individual afectaba negativamente al Estado, debilitándolo, pues cada uno podía aceptar o no determinadas normas y modelos de comportamiento, lo que llevaría a un caos que tendría muchas posibilidades de desembocar en una tiranía.

Para Platón el poder debe ir siempre de la mano del saber. Las decisiones políticas deben ser acertadas, y el pueblo no tiene un conocimiento político adecuado, apto para el gobierno.
Además, el subjetivismo no podría dar paso a una idea sólida libre de duda y contradicción, y el gobierno se tambalearía. Así, el filósofo advertía que cederle el poder al pueblo es aceptar la tiranía, que acabaría siendo impuesta tras el caos del régimen de una colectividad incapaz de la menor reflexión. Todo esto nos lleva a la idea fundamental de Platón: deben gobernar los sabios.

El estado ideal de Platón es un estado clasista, conformado por la clase de los gobernantes (los filósofos, que desde jóvenes fueron los más destacados), la de los guardianes(recibieron educación al mostrar desde la infancia buenas cualidades físicas e intelectuales, pero no llegaron a ser aptos para el puesto de filósofo-rey), y los trabajadores (desde la infancia no mostraron suficientes capacidades físicas o intelectuales para gobernar o para ser guardianes, por lo que se les asignó la función de sustentar a las demás clases). Con este sistema se buscaba un orden, del que, según Platón, surgía la justicia, a pesar de la negación de la igualdad.

ANÁLISIS DEL RÉGIMEN IDEAL DE PLATÓN

A la hora de analizar si el Régimen de los sabios es correcto, debemos estudiar una serie de cuestiones. Podemos considerar el conocimiento como aquello que nos conduce a la felicidad, llevándonos a la contemplación de la mera realidad, esta vez sin apariencias, sin ignorancias, ofreciéndonos así un juicio de la misma, alejado de engaños, deslumbrándonos la verdad sobre qué es realmente la armonía, y dictándonos cómo llegar hasta ella. Haciendo esta consideración, nos surge una duda: Si solamente se deja gobernar a los sabios, ¿no serán estos más felices que los demás? Y no más felices por el hecho de que gobiernan, sino por el hecho de ser sabios, pues estamos hablando de una felicidad auténtica, revelada por el conocimiento. Efectivamente, lo que buscaba Platón en el último extremo era el bien de la población, pero ¿no es la unión felicidad-conocimiento el mayor de los bienes? ¿Por qué ceder tal bien solo a una porción minoritaria de la población? Si Platón buscaba justicia, ¿es justo cederles a unos el conocimiento y a otros no? Una de las mayores ventajas de la democracia es el libre acceso al conocimiento, en el último extremo, el libre acceso a la auténtica felicidad.

Y es que es muy típico el caso en el que los tiranos censuran todo tipo de información y saberes que pueden vislumbrar al pueblo, con la intención de mantenerlos en la ignorancia para evitar sublevaciones contra él. Es cierto que el modelo político de Platón no es exactamente esto, pero, ¿acaso no es cierto que introduciéndonos en el mundo que ofrece el filósofo se podría dar el caso en el que un trabajador percibiese la relación entre auténtica felicidad y conocimiento? De este modo, pensaría que no es feliz, y desearía llegar al puesto de sabio para serlo. Sin embargo, el sabio se negaría rotundamente, y le diría: “Tú no estás hecho para gobernar, no has nacido para ello”.

Sin embargo, la desigualdad que se fundamenta en criterios naturales como la capacidad física o intelectual, trae consigo varios problemas. ¿Y si un hombre fuerte y de dotes intelectuales, tras haber sido predestinado a estudiar para ser guardián o gobernante, quiere ser diseñador de boinas? ¿No tiene libertad para serlo? Podemos observar que esta ideología supone una determinación absoluta del futuro de las personas, de nuevo limitando la libertad de decisión. Además, la sociedad perdería la esperanza. La persona es predestinada por su naturaleza, de modo que no merecería la pena que un hombre de torpe intelecto se esforzase por obtener una carrera universitaria, pues estaríamos hablando de un mundo en el que las metas y los deseos no existirían. El amor propio y la autoestima serían conceptos inexistentes en este mundo, muy parecido al Antiguo Régimen en el aspecto de la imposibilidad de avanzar socialmente.
Lógicamente que la naturaleza nos determina, pero podemos reducir esta determinación hasta matices muy pequeños, pues el éxito se puede alcanzar, entre otras cosas(como la suerte de haber nacido de una manera y no de otra) con esfuerzo y dedicación. ¿Acaso una persona que obtuviese malos resultados en el examen de la asignación social del Estado de Platón no podría entrenar o estudiar hasta el punto de ser igual(o mejor) que aquellos que superaron dicha prueba en su día? De hecho, existe un viejo dicho que afirma que hace más el que quiere que el que puede.

De tal manera, el mundo de Platón se habría vuelto tan mecánico e insensible que habríamos perdido algo que es de vital importancia para el hombre: la libertad, creadora de esperanzas, metas e ilusiones, y tarde o temprano los trabajadores se habrían acabado rebelando contra los sabios, en busca del libre acceso al conocimiento, al que en la democracia actual, por ejemplo, podemos acceder. Además, somos libres de elegir nuestro futuro. El que el mundo de hoy en día esté envuelto por el subjetivismo también nos ofrece grandes ventajas. De esta manera, con el conflicto de ideas, unos pueden hacernos ver que nos equivocamos en cuanto a nuestro pensamiento, y otras veces nosotros podemos hacer ver a otros que son ellos los equivocados. No podemos olvidar que los sabios del Régimen de Platón nunca llegarían a ser máquinas, nunca dejarían de ser humanos, e irremediablemente se equivocarían. Quizás, por ejemplo, pudiese haber determinados temas que solo se pudieran resolver mediante la perspectiva de los trabajadores o los guardianes.

Como conclusión.no podemos olvidar que términos como los de democracia, derechos, libertades,… son el complejo producto de una larga cadena de reflexión, colaboración intelectual y contradicción (el choque de ideas también enseña). Por todo ello, Platón era un adelantado de su época. Es fácil disfrutar de lo que se tiene, asumirlo como algo normal. Sin embargo, lo auténticamente difícil es crear eso que entendemos como normal. Platón ofreció argumentos sólidos y más que válidos, y posiblemente, nuestro régimen actual tenga grandes raíces en su pensamiento, no por ser parecido, sino por lo contrario, por ofrecer matices distintos u opuestos, pudiendo de nuevo el subjetivismo entrar en acción, comparando nosotros y deduciendo qué pensamiento es el adecuado para así forjar nuestros ideales, como por ejemplo el que nos lleva a pensar que lo que se tiene hoy en día no es malo, aunque tampoco totalmente bueno, ya que aún queda mucho por mejorar, creando lo que no se conoce todavía, tarea difícil a la que se tuvo que enfrentar Platón, y pudiendo equivocarnos por ello (nunca siendo esta equivocación inútil para la historia del pensamiento).

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